Cuando el terremoto golpeó Haití, nos preguntábamos por qué la naturaleza se ensañaba con uno de los países más pobres de la región. Pero la naturaleza no discrimina y Chile, una de las regiones con mayor crecimiento económico en Latinoamérica sufre actualmente el embate de uno de los terremotos más agresivos que ha registrado el planeta. Nuevamente toca el lamentable conteo vertiginoso y diario de muertos, heridos y damnificados.
Ha sido oportuna las muestras de solidaridad espontánea que he visto en la red por parte de peruanos para con los pares chilenos. Empatía poniendo de lado las diferencias históricas y coyunturales que cada gobierno de turno persiste en poner de manifiesto. Chile a diferencia de Haití nos afecta por la cercanía que tenemos con el país del sur. Nos une el enorme contingente de migrantes y amigos residentes en el sur. Deja además la sensación que aunque el epicentro fue en costa chilena, esta pudo y puede ser en litoral peruano, y que tamaña magnitud dejaría probablemente sumido al país en un desastre mucho mayor del que se percibe en Concepción.
Perú tiene por delante tres grandes escenarios desde donde debe aprender. La propia situación de Pisco, la penosa experiencia de Haití y esta última de Chile. Un rápido conteo de los terremotos ocurridos en el Perú nos dice que desde 1970 hemos tenido alrededor de 11 sismos que superaron los 6.0 de magnitud del momento; casi en promedio ha ocurrido un terremoto cada tres años y desde el 2000, ellos no han bajado en magnitud del 7.5. Lima no ha recibido un terremoto desde 1974 (7.2) pero no ha recibido uno de magnitud superior a 8.0 desde la catástrofe de 1746 que destruyó Lima y desapareció La Punta hace ya más de dos siglos. Si confiamos tener una democracia que se turna de gobierno cada cinco años, es probable que cada presidente enfrente un desastre natural de alta magnitud si no es terremoto alguno provocado por el Niño. Todo ello sin considerar los efectos cada vez más desalentadores que el calentamiento global está teniendo sobre el planeta.
No estamos diciendo que ocurrirá un terremoto el 2010 u 2011. Estamos afirmando que necesitamos prevenir concienzudamente. Estamos afirmando que debemos tener un plan mínimo de intervención en crisis. Y eso pasa por que el gobierno de turno tome seriamente ambas cosas. ¿Que seriedad prestarán los ciudadanos si ni siquiera sus gobernantes lo hacen? Hace poco Woodman, Presidente del Instituto Geofísico del Perú (IGP) se quejaba de la nula presencia de los congresistas de la Comisión de Defensa en su discurso sobre prevención de tsunamis.
En el plano de la prevención está claro que el IGP requiere de un sistema satelital para la prevención de tsunamis. De nada sirve saber en la central que se aproxima un tsunami si el sistema de alerta se maneja por telefonía a cables muchas veces afectada por un terremoto como sucedió en Pisco. Demás está decirse que se debe seguir insistiendo con los simulacros pero además discernir entre todas las leyendas urbanas sobre terremotos y tsunamis que existen.
En el plano de intervención en crisis, las experiencias de Haití y Chile muestran que son necesarios tanto planes de contención frente a saqueos y pandillaje como planes efectivos para puntualizar y canalizar la ayuda humanitaria. La tenencia y donaciones de equipos de telefonía satelital, puentes mecanos, equipos de diálisis, hospitales de campaña con capacidad quirúrgica, purificadores de agua y equipos de rescate son importantes de manera inmediata como bien ha solicitado Chile a través de su Canciller. Además de la ayuda humanitaria a Chile, hubiese sido esperado que el Presidente García transmita todas las lecciones aprendidas del terremoto de Pisco, pero lamentablemente nada al parecer se ha aprendido. Todo lo contrario, la experiencia en Pisco habla mucho más de la incapacidad o falta de sensibilidad con el tema.
El aliento a todos los chilenos y a todos los peruanos viviendo en ese país. Seguro que Chile saldrá adelante como ya lo hizo frente al mayor terremoto registrado en la humanidad, el de Valdivia en 1960 que tuvo una intensidad de 9.5. Fuerza Chile.
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