1
-Quémalo

Entonces desenvainó su revolver, movió la corredera y disparó sobre Gualberto a quemarropa. La bala atravesó la nuca desde la base del oído y salió por la boca para perderse en la puna; el Alcalde sintió apenas un ardor atravesándolo cuando cayó con todo su peso sobre sus rodillas y luego sobre su costado. Lo dejaron abandonado en la calle pero lejos aún de la muerte, volvió a la conciencia a los minutos; quiso pedir ayuda pero sintió que se ahogaba en su propia sangre que manaba a borbotones por la boca; sentía que todo zumbaba, que sus oídos estaban tapados, que se desdoblaba; se reincorporó por inercia y tambaleando sin rumbo fijo llegó al umbral de una choza donde se dejó abandonar hasta quedar inconciente.

Minutos antes, Gualberto había sido hecho prisionero mientras intentaba huir a toda prisa por el peñasco Condorsencca. Lo obligaron a unirse a una fila de personas donde pudo reconocer a Edda y su esposo. Se dirigían a la plaza y Gualberto intuyó que sería enjuiciado, humillado, azotado, golpeado... Estaba concentrado en ello cuando lo sacaron a patadas de la hilera. Lo habían reconocido, era el Alcalde. Su suerte ya estaba echada.

2
La orden se había dado semanas antes y venía desde la alta dirección en Lima. Eran las seis de la mañana del 3 de Abril del 1983, cuando Hildebrando se puso su pasamontaña y ordenó el inicio de la marcha del Comando Fajardo y Cangallo. Eran entonces poco más de 80 personas agrupadas en tres grupos. Habían planificado la misión los días anteriores y no habría vacilaciones. El pueblo ya estaba advertido con volantes que amenazaban a toda la población, no quedaría piedra sobre piedra; Sacsamarca sería el desayuno, Huancasancos el almuerzo y Lucanamarca la cena. El linchamiento de Olegario por parte de los comuneros merecía una respuesta contundente. Uniformado de militar, dos pistolas en el cinto, Hildebrando era un profesor mestizo, de un 1.70 m de estatura aproximada y de contextura gruesa aunque no obesa; tenía ojos vivos, nariz aguileña y pelo lacio. Conocía muy bien la zona, pertenecía a ella. Había estado en el pueblo apenas unos meses antes cuando la población fue testigo de la primera ejecución popular, la del juez Misaico.

-Así mueren los soplones, había exclamado.

3
El esposo de Edda fue uno de los primeros en llegar al pueblo. Había corrido cuesta arriba desde la carretera -donde braceaba en la minka dominical- sin descanso pensando en su familia. Agitado entró en la casa y empezó a gritar por Edda. Casi arrastrándola le advirtió el peligro, estaban cerca, pronto llegarían al pueblo, mejor refugiarse, correr hacia el Calvario. Cargaron unas frazadas y empezaron la partida.

Vieron como otros vecinos trepaban aquella colina sobre el pueblo. Les daba cierta protección natural; podían dominar las partes bajas; y sería muy difícil ser capturados. Arrimados sobre una roca temblaban cuando alguien advirtió la llegada de un grupo de 30 0 40 abriéndose en tres filas al llegar al pueblo. Una corría por la falta del Calvario.

-Bajen, sólo queremos conversar- dijeron

Estuvieron negociando pero pronto empezaron las amenazas. Quienes no bajasen morirían como perros traidores. Edda y su esposo se miraron; no sabían qué hacer. En medio del miedo, decidieron bajar. Los pusieron en una fila con otros y empezaron la marcha hacia la plaza. Algunos desde el cerro empezaron a dar batalla respondiendo con huaracas que zumbaban en el aire y piedras que lanzaban a mano; pero a los pocos minutos, las balas empezaron a perforar el Calvario. Edda y su esposo no miraron atrás, tampoco lo hicieron cuando alguien retiró a patadas a Gualberto de la fila, ni mucho menos cuando un único estruendo sonó a sus espaldas.

CONTINUARÁ...

0 comments

Post a Comment

Peru Blogs

Opiniones pasadas

Cerdopolis

My photo
Blog donde se ofrece una mirada sobre temas politicos y sociales del Peru y Latinoamerica. Además Se relatan costumbres y aventuras vividas por el mundo, incluido un registro fotográfico del mismo.

Translate

Recomendados


Abrir en una nueva ventana
free counters