Estúpidamente el debate sobre la violencia terrorista se ha posicionado como un enfrentamiento entre izquierdas caviaronas y derechas achoradas; entre pro-militares y pro-derechos humanos; entre célibes opus-deis y progres teólogos liberales; entre conservadores mano dura y abiertos liberales; entre fujimoristas-apristas y oenegeístas sandía; entre viejos concienzudos y jóvenes desmemoriados.
Tontamente se ha caído en discutir si fueron sesenta y nueve mil las víctimas; que si el método de conteo de anchovetas es el mejor; que si en mi gobierno se mataron menos que en el tuyo; que Alditus es un huevas; que el Informe de la CVR no es preciso; que no estamos preparados para tener un Museo.
Porque mientras el país se dividía discutiendo, el mismo mounstruo que hace poco más de 3 décadas desató la más cruel guerra del país, se mutaba, se movadefeaba bajo la estrategia de partido político y una propuesta que ofende a la memoria, a la democracia, a los peruanos; principalmente a aquellos que aún se encuentran buscando el cuerpo de sus familiares perdidos en alguna matanza o asesinato.
Escuchar al abogado Alfredo Crespo es una alegoría a la conchudez y descaro, pero mientras sigamos dividiéndonos es fácil entender cómo la sinverguenzura terrorista obtiene 360 mil firmas, quiere inscribirse como partido político y propone el "borrón y cuenta nueva" como principal política de Estado. Es decir, desaparecer en un sólo acto de magia (amnistía) que alguna vez existieron una o sesenta y nueve mil víctimas; desvanecer en un abracadabra la justicia; ignorar el dolor latente; y vivir como avestruz: es decir, hagamos como que aquí no pasó nada.
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Cerdas Travesías
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