Todos los sábados a
las diez de la mañana entre música celestial y frases religiosas se inicia uno
de los programas más políticos del medio radial. Diálogo de Fe tiene poco de diálogo pero mucho de fe dogmática.
En media hora, Cipriani se despacha peroratas
que poca concordancia tienen con el nombre del programa religioso que lo cobija.
Cipriani más que arzobispo es un líder de opinión; más que un religioso, un
político right-wing; más que un consejero espiritual, un duro contrincante del
conservadurismo; más que un arzobispo, un político. Cipriani no se dirige desde un púlpito sino, desde un palco; no piensa en feligreses sino en conciudadanos. ¿Está mal?
Ninguno, Cipriani puede hacerlo. Sin embargo, tenemos derecho a réplica. Porque
Cipriani quien – luego de lanzar la piedra – se oculta detrás de la imagen de
representante de Cristo, quiere ser intocable por el hecho de usar la sotana,
cuando se comporta más como congresista que como sacerdote... al César lo que
es del César, lo aprendí de un judío.
Escuchar Diálogo de Fe es además un ejercicio
complejo de demanda auditiva; una exigencia de altas dosis de concentración para
entender mínimamente lo que se quiere decir; en suma, un castigo auditivo. En
medio de un sancochado de frases poco hiladas, el uso abusivo de palabras conectoras mal aplicadas, y la mescolanza de frases políticas y
religiosas, el sábado pasado tuve la (des)gracia de sintonizar el último discurso de Cipriani.
En ella, Cipriani
hacía su más reciente contribución para alcanzar algo de paz en la
convulsionada Cajamarca: Declarar que lo más importante no es el diálogo sino
la verdad, el orden y el bien común. Una verdad claro está sólo puede emanar de
la neoliberal derecha limeña; una verdad
que obliga a los pobladores de Cajamarca a pedir perdón por desafiar el estado
de derecho; una verdad que reduce el concepto de diálogo a lo que práctica Cipriani cada
sábado en su programa: Dice algo y un ayayero le dice tiene razón. Si tanto cuestiona el diálogo, por cierto, su
programa debería llamarse entonces Verdad
de Fé. Para cerrar con roche de oro su programa,
Cipriani desautoriza a los sacerdotes Garatea y Cabrejos como mediadores
ante el problema Conga sosteniendo que no representan a la Iglesia Católica; que
son de una tendencia ideológica que no privilegia la verdad.
¿Sorprende un discurso
de tal tipo? Tampoco realmente si se recuerda que Cipriani pasará a la historia
por su famoso letrerito en el Arzobispado de Ayacucho de “no se aceptan
reclamos sobre derechos humanos”; su participación como mediador en la toma de
la Embajada de Japón donde se sostiene sirvió para sembrar cámaras; su fuerte
oposición a los derechos humanos, al museo de la memoria y al informe de la Comisión
de la Verdad; además de sus furibundas frases como “construir el museo de la
memoria no es cristiano”; “los derechos humanos son una cojudez”; sin contar
con todos los “huevoneos” que se filtraron de un discurso dado a un grupo de
militares.
0 comments