Lima Sur es una ciudad de migrantes y sus cementerios son reflejos de la misma. No hay una mayor representación de todas las sangres todas cuando -durante el Día de los Santos- se recorre el cementerio Virgen de Lourdes de Villa María del Triunfo.
Ubicado en el cono sur, el cementerio de 60 hectáreas distribuidas a lo largo de tres colinas de cerros secos y pelados, alberga en sus laderas alrededor de 100 mil difuntos que vinieron a yacer desde la década de los cincuenta. Con una extensión que supera el tamaño de la ciudad del Vaticano y con una población de muertos que supera toda la población actual de Miraflores y Barranco, el cementerio jacta de ser el segundo cementerio más grande del mundo (lo cual parece no ser cierto a pesar de la continua repetición que hacen de lo mismo periódicos y revistas).
El cementerio es reflejo de la ciudad que lo rodea. Nacido en la clandestinidad y la ilegalidad, producto de las migraciones, constituye un conglomerado desordenado de nichos empolvados y apretados a medio construir que pujan por un espacio para –aunque usted no lo crea- sobrevivir, porque a pesar de la extensión y llamarse el segundo cementerio más grande del mundo, la tugurización es notoria.
Aquí no hay héroes, próceres ni santos; tampoco mausoleos ni fastuosas criptas; no existe el mármol ni granito. Aquí yacen los faites, los olvidados, el jefe de pandilla, un desaparecido; enterrados bajo montículos de tierra y piedra con una cruz de madera mientras los más pudientes en nichos de dos pisos a medio construir como las propias casas de los barrios que la rodean; tumbas de pura piedra pintada con cal y tinte. Entre sus más renombrados habitantes, Néstor Cerpa líder emerretista quien tomó la Embajada de Japón y María Barreto miembro de inteligencia asesinada al parecer por Martín Rivas, jefe del grupo Colina.
Es posible que el Día de Todos los Santos en el cementerio cobije las imágenes más representativas de la idiosincrasia nacional, sobre todo las relacionadas al concepto de la muerte. Un lugar ideal para la etnografía; la confluencia de modos de entender la vida y la muerte por parte de oriundos de la sierra, selva y costa. Un lugar para entender la cosmología del migrante que entiende la muerte no como ausencia sino como falta de corporalidad. Los muertos -aunque no presentes, viven y se relacionan con el mundo y los familiares que han dejado. Por ello, el día de todos los santos se convierte en una celebración del reencuentro. Porque el día de los muertos no sólo es llorar la no-presencia del difunto; significa encontrarse con el que partió al más allá para conversar, para reír, para recordar, para comer y para bailar mientras el alcohol rompe la barrera entre la vida y la muerte. Se degusta y departe lo que los muertos más gustan; se sirve tanto al que está en pie como al que está bajo tierra; es una demostración de la presencia viva del que se ha adelantado en el viaje que todo ser humano debe realizar. De allí que la principal característica del Día de Todos los Santos sea la comida y la música. Arpas ayacuchanas se escuchan a la vez que saxofones huancaínos se entrelazan con flautas orientales.
Pero además, la jornada del reencuentro desata el carnaval del comercio. Viandas y parrillas humeantes de tripas y corazones; aeropuertos en carretilla y platos de cinco sabores (chanfainita, cebiche, huancaína, tallarines rojos y arroz verde) servidos por tres soles; torres de algodones rosas y manzanas acarameladas a 0.50 céntimos; Shrek, Micky y Barnie distrayendo a los niños por una foto de cinco lucas; cómicos ambulantes que anestesian el mal recuerdo y un mono que lee la suerte a cambio de una moneda; predicador israelita anunciando el fin de los tiempos. Alquiler de espacios con guardianía para autos, urinarios improvisados a 0.30 centavos, balanzas y control de la presión arterial para los conmovidos, rezos al difunto por unas monedas a voluntad del cliente, vendedores de flores y velas para honrar a los muertos, botellas de agua para refrescar las flores a 1 sol, pintores dispuestos a embellecer los nichos, melodías del terruño tocadas por orquestas ambulantes a 3 melodías por 10 soles y sobre todo, cerveza, mucha cerveza.
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